Je parlerai du revenant, de la flamme et des cendres.
Jacques Derrida
¿Cómo es saber —me dijeron— que de alguien ya sólo te van a quedar recuerdos, hacerte a la idea de que no vas a volver a verlo? Quien me hablaba se dolía de la muerte de un amigo. Todavía perplejo, no podía concebir que perdieran el sentido las frases que empezaron: «Mañana hablamos» o «recuerda que pasado hemos quedado» eran ya sólo ecos de deseos sin objeto. Nada iban a hacer de todo eso, aunque no sea el hacer lo que más se eche de menos sino la presencia y los gestos, las palabras compañeras y el oído atento a las nuestras. Pero lo peor no es que el pasado tuviera ahora algo de incomprensible, como los ademanes a medio hacer sorprendidos en las fotografías, sino que quedaba cancelado el recuerdo del futuro y las vidas posibles que albergaba: «…y a veces tengo miedo de alcanzar a tocar el mundo sin tu mirada».