14 de febrero de 2007

La palabra poética

En éste el día de los amores inconfesos y los grandes almacenes, he recordado una conferencia de Antonio Alvar a la que asistí hace algún tiempo y que llevaba por título «Virgilio y la palabra poética». Alvar contó con vigor cómo, de las Bucólicas a la Eneida, Virgilio amplia la variedad de sus fuentes y camina hacia la sabiduría total. Dejó lo mejor para el final de la charla.

«Me propongo demostrarles —dijo— qué es eso de la palabra poética con un solo verso»:

Formosum pastor Corydon ardebat Alexim
Virg. Ecl. II 1.

«El pastor Coridón ardía por el hermoso Alexis». Un verso en apariencia sencillo. Pues bien, no es así. Quienes sepan latín habrán apreciado en seguida que el acusativo, formosum Alexim, está separado. Hay ahí una quiebra sintáctica. En cuanto al verbo, ardebat, es la primera vez que se usa de forma transitiva y metafórica, toda vez que Coridón arde de amor por Alexis. Lo mismo sucede con el adjetivo, formosum. Antes de Virgilio sólo está documentado en Plauto, quien lo aplica a una cabra. Verbo y adjetivo ven desplazado su significado de lo concreto a lo abstracto. Hay, pues, una quiebra semántica. Por lo demás, el protagonismo de los dos pastores es novedoso en la poesía de la época, por lo que tenemos, en fin, una quiebra referencial.

Corydon, que es la alondra, el pájaro cantor, suspira y canta por Alexis pero éste, literalmente el que no tiene palabra, a-lexis, calla. Corydon se ve envuelto por el amor que profesa a Alexis, por eso éste le envuelve, por eso el acusativo está al principio y al final del verso y el amante, Corydon, en el centro. Un orden nuevo del verso, palabras conocidas con un significado nuevo, temas renovados. Y todo en un solo verso. Eso es la palabra poética. Fascinante.

Thomas Cole, The Course of Empire: The Arcadian or Pastoral State, 1834.