30 de marzo de 2020

Regreso a la caverna (Cuaderno de cuarentena, 3)

Por razones que serán obvias, estos días me he acordado de la relectura que hizo Hans Blumenberg del mito de la caverna, que descubrí hace algo más de quince años. En el relato tradicional, como puede verse en la ilustración, unos prisioneros están encadenados en una cueva y solo pueden ver, gracias a la luz de una hoguera, las sombras que proyectan sobre la pared unos personajes que se mueven tras ellos al otro lado de un muro. Como es lógico, toman esas sombras por la realidad. Sócrates nos conmina a imaginar que uno de los prisioneros logra desencadenarse y trepar hasta la salida. La ascensión ya será dura, pero lo será aún más adaptar la vista a la claridad tras tanto tiempo en penumbra. Sin embargo, al cabo el antiguo prisionero se aclimatará al exterior y a la luz solar, metáfora del conocimiento. Entonces querrá volver a la caverna para contar lo que ha aprendido y liberar a los prisioneros. ¿Cómo reaccionarán estos al verlo? Probablemente, se reirán de su recién adquirida ceguera en la oscuridad e incluso, si no deja de insistir en que escapen, tratarán de darle muerte.

19 de marzo de 2020

Das bunte Leben (Cuaderno de cuarentena, 2)

Vasili Kandinski, Kochel — Gerade Straße, 1909.
Hace algunos meses, visité la muniquesa Lenbachhaus. Acudí atraído por su excepcional colección del grupo de artistas Der Blaue Reiter, fundado por Vasili Kandinski y Franz Marc en 1911. Me puso tras su pista una página luminosa de José Enrique Ruiz-Domènec sobre la importancia del color azul en la historia de Europa que, muy resumida, dice así: “Azul es el color de Europa. Está presente en las señales heráldicas de los reyes de Francia, en los rosetones de las catedrales, en los ornamenti que tanto agradaban a Guido Cavalcanti. En los frescos de la capilla de los Scrovegni, en Padua, Giotto convirtió el azul en el punto de partida de una exploración del papel del arte en la cultura europea. La pintura moderna prolongó la propuesta. Picasso situó el azul en el centro de una indagación sobre el desenganche de la sociedad europea de sus antiguas lacras, la miseria, la enfermedad y la guerra; Kandinski lo vinculó a la reflexión sobre lo espiritual en el arte y el significado de Der Blaue Reiter (El jinete azul). Después de 1948, el anhelo de paz se enlazó con el azul, pese a que por entonces el rojo era el color de la revolución y el negro el del expresionismo abstracto; con el azul, Antonioni buscó el misterio de Oberwald y con él Kieślowski pensó la música que debía acompañar a Europa para superar sus heridas; y así el azul se convirtió en el color del consenso, de la unión de lo diverso”.

17 de marzo de 2020

Exilio en Straus Park (Cuaderno de cuarentena, 1)

Jorge R. Pombo, “Paris/New York”, © 2013.

En estos días de encierro, descubro en la New York Review of Books algunos clásicos de su archivo. Me sumerjo en un texto que escribió André Aciman en diciembre de 1997, diez años antes de publicar Llámame por tu nombre. Una anécdota, el vallado y la posible destrucción de un pequeño parque neoyorquino, da pie a una bellísima reflexión sobre la condición del exiliado y la ciudad como espejo del mundo de una vida.

8 de marzo de 2020

New York State of Mind

Franck Bohbot, “The Bay”, Queens, Light on New York City, © 2016.
Cada cierto tiempo, vuelvo a Nueva York con la memoria y la imaginación. Me llevan noticias, canciones, pinturas, fotografías, lecturas y esas dos facultades convergentes que nos permiten ver lo que no tenemos enfrente, ya sea porque ha pasado, ya porque es una fulguración del porvenir. Hace poco cayó en mis manos un texto breve sobre la ciudad que escribió E. B. White en 1948. Descubrí que en 2001 cobró actualidad, tristemente, cuando muchos recordaron este pasaje de repente profético: “Una escuadrilla de aviones poco mayor que una bandada de gansos podría poner fin rápidamente a esta isla de fantasía y quemar las torres, derribar los puentes, convertir los túneles del metro en recintos mortales e incinerar a millones. La intimidad con la muerte forma ahora parte de Nueva York: está en el sonido de los reactores en el cielo y en los negros titulares de la última edición”.

30 de enero de 2020

Seventeen

Sharon Van Etten (Nueva Jersey, 1981) vive en Nueva York desde hace quince años. Tiempo suficiente para percibir las transformaciones de la ciudad y hacer recuento de mudanzas: los barrios remozados de los que tantos han huido por el coste inasumible de la vida, las calles antaño transitadas que ya apenas oyen sus pisadas, los locales que entonces frecuentó y hoy han cerrado, las costumbres y amistades ganadas, perdidas y recobradas; y las generaciones más jóvenes que crecen de espaldas al dorso del tiempo, como si nada anterior hubiera sucedido.

31 de diciembre de 2019

El latido


De pie en el umbral de la puerta, entre dos años como centauros del tiempo. A punto para dejar el lugar desde donde sentimos y explorar la anchura del mundo, la naturaleza del alba, la intensidad de la vida.

31 de diciembre de 2018

Na(ti)vidad


Y recuerdas aquella canción de hace cincuenta mayos, esa voz que cantaba que la primavera en revuelta —donde se entrecruzaron la palabra y las prisas, la lucha y los sueños, la ceniza y las llamas— concernía a todos y cada uno, aunque no hubieran compartido el deseo, salido a la calle, coreado consignas o buscado la playa bajo los adoquines que soñaban incorporarse en barricadas. 

26 de octubre de 2018

La bufanda roja

En 1964, un texto, un poema. Y, en él, un sobre vacío, una dirección y un nombre, un tren hacia Toulouse, una gran casa y una muchacha, y un recuerdo, o todavía su sombra, que emerge desde el fondo de la memoria de un hombre ya viejo, “como el negativo de una fotografía en blanco y negro”, o una mala imagen sobreexpuesta, en la que sin embargo se distingue una bufanda roja. La percepción de ese color ahí donde no parecía que pudiera haber nada, “en la espesura del blanco y negro”, es el primer misterio. Pero el poema queda inconcluso, guardado en una carpeta junto con “una larga cadena de intentos y de abandonos”, como “lo incesantemente interrumpido, lo inacabable”.

2 de abril de 2018

Los múltiples tiempos de una lectura

La profundidad hay que esconderla. ¿Dónde? En la superficie.
Hugo von Hofmannsthal
Fue en diciembre del año pasado cuando por fin lo leí. Mientras tomaba notas de algunas lecturas para pensar la próxima década, recordé que el libro estaba en mis estanterías desde al menos el invierno de 2000. Aunque se publicó por primera vez en 1988, no oí hablar de él hasta mucho más tarde, cuando, al aproximarse el cambio de siglo, mi profesor José Enrique Ruiz-Domènec lo mencionó en su inolvidable curso de historia medieval. Yo acababa de entrar en la universidad pocos meses antes y de adquirir una pasión libresca que todavía no me ha abandonado. Pero el impulso bibliófilo excedía mi capacidad lectora y esa fue, al cabo, una de tantas obras que dejé a medias, si en realidad llegué a empezarla, distraído por la siguiente novedad. Tanto es así que, pasado todo este tiempo, solo recordaba el título y la merecida fama del autor. Se trata, lo digo ya, de Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino.

31 de diciembre de 2017

Revolución


La Navidad, dijo un teólogo, es la irrupción de la eternidad en el tiempo. No pertenece por tanto a un momento o una época, ni siquiera a la historia, sino que apunta al más allá de los límites y corsés del tiempo. Por eso, cuando llega, nos conmina a dejar de mirarnos con los ojos prestados de inviernos pasados, a impugnar las rutinas de óxido y las tradiciones cansadas, a levar anclas, izar velas, cambiar de rumbo, alzar la vista y perseguir con denuedo lo inesperado y lo desconocido.