31 de diciembre de 2018

Na(ti)vidad


Y recuerdas aquella canción de hace cincuenta mayos, esa voz que cantaba que la primavera en revuelta —donde se entrecruzaron la palabra y las prisas, la lucha y los sueños, la ceniza y las llamas— concernía a todos y cada uno, aunque no hubieran compartido el deseo, salido a la calle, coreado consignas o buscado la playa bajo los adoquines que soñaban incorporarse en barricadas. 

Y percibes que hay tramos sensibles del pasado que no has vivido —cómo podrías, si no habías nacido y ni siquiera te une a ellos el hilo de sangre de las generaciones— pero que, íntimamente, te conciernen. Rastreas el rescoldo y las huellas, compartes la esperanza y las promesas, lamentas el naufragio y las pérdidas. Y todavía arrancas tus anhelos a ese fondo de pasiones intactas. 

Y comprendes, de repente, que la historia empieza en el futuro. En ese porvenir que ya no va a pertenecerte, pero te concierne por entero. Has de allanar la tierra para abrir caminos que no serán tuyos, para que el tiempo de su vida no tropiece tanto con los contratiempos del mundo. Y descubres que puedes tejer tus recuerdos para dar a sus deseos, todavía sin nombre, una oportunidad. 

Por eso este año mis deseos se dirigen a ti, que nada sabes aún de contar el tiempo. Pero también a ti, a ti, a ti y a ti. 

Feliz 2019