Solo que aquello no era el principio, y tampoco fue la última palabra. Gracias a la palabra se distinguieron los humanos de los demás animales. Tras milenios de existencia muda o queda, empezaron a dar nombre a las cosas y el mundo se animó. Los lugares, la fauna, la flora y aun los fenómenos de la naturaleza cobraron conciencia y sentimientos, y los humanos se esforzaron por comunicarse con ellos. Auscultaron así los deseos del roble del sendero, de la roca horadada, del río del valle y de la fuente del claro de bosque, también de las tormentas, los vientos, los mirtos, las bayas, los ciervos, los cuervos e incluso de las serpientes.
20 de abril de 2015
24 de diciembre de 2014
La sorpresa
Ocurrió hace hoy cien años, en Ypres. La guerra estaba causando estragos entre los soldados, que yacían exhaustos y transidos de frío. El aullido del viento helado no presagiaba nada más que sangre y lodo. Sin embargo, al llegar la víspera de la Navidad las tropas alemanas empezaron a cantar villancicos y a encender velas en sus trincheras. Cuando entonaron ‘Noche de paz’, hubo un instante perplejo. Pero pronto sus enemigos, ingleses y franceses, abandonaron sus pertrechos y se sumaron al coro. Se encontraron todos en tierra de nadie, se abrazaron, tomaron fotografías e intercambiaron comida, bebida y cigarrillos. Incluso jugaron un partido de fútbol que no precisó de árbitro.
30 de septiembre de 2014
Territorio interior
“A menudo, un sentimiento de inquietud me invade en las encrucijadas. Me parece que en esos momentos, que en ese lugar o casi: ahí, a dos pasos sobre el camino que no tomé y del que ya me alejo, sí, es ahí donde se abre un país de una esencia más alta, donde habría podido vivir y que ahora ya se ha perdido”.
Este es el relato del viaje iniciático de Yves Bonnefoy en busca de un espacio perdido, guiado indiciariamente por la trémula brújula de un sentimiento sin nombre. Una experiencia sublime que solo se deja prender a través de una prosa transmutada en poesía. En una lengua de fuego que infunda al lector el calor de esa experiencia.
13 de marzo de 2014
Ante el horizonte
Gerhard Richter, Landschaft bei Hubbelrath, 1969. |
24 de diciembre de 2013
Volver
Concebimos, algunas veces, el tiempo como una flecha, y decimos entonces que es como el rayo que no cesa, que es fugaz e incluso vuela. Que se pierde y no se recupera. Otras veces, en cambio, el tiempo nos parece más un bucle, pues percibimos que vuelven los instantes y las cosas, como el día tras la noche o la vigilia después del sueño, como las estaciones del año o las vacaciones, como los aniversarios o las celebraciones, o como estas fiestas.
19 de noviembre de 2013
Songs of Remembrance (Dear Marie)
En Origen, la película de Christopher Nolan, una canción se filtra por los estratos de un sueño como el agua por las anfractuosidades de una cueva. La voz de Édith Piaf en Non, je ne regrette rien es el cordón umbilical que une el espacio segmentado de lo onírico con el mundo de la vida. El gesto no carece de ironía, toda vez que la letra de esa música mensajera invita a reírse del pasado y a reducir a cenizas los recuerdos. A olvidar para volver a empezar cimentando el futuro sobre la zona cero de la amnesia. En Blade Runner, de Ridley Scott, Rachel tienta unas notas al piano sin saber si podrá tocar, pues ha descubierto que las lecciones que tomó son sólo un recuerdo implantado. Sin embargo, al cabo eso importa poco, porque al tocar ella enciende una imagen del pasado y la hace suya, y al deslizarse por las teclas sus dedos incorporan un saber que se había vuelto extraño, unheimlich. Entonces surgen del piano las notas nocturnas que transforman el silencio del pasado en el sonido del tiempo recobrado. Y en Casablanca, la obra maestra de Michael Curtiz, Rick tiene prohibido a Sam que vuelva a tocar As time goes by, la canción que compartió en París con Ilsa años atrás, porque siente que el tiempo ha dejado de pasar al compás en que antes lo hacía, y algo de sí mismo permanece encallado en el espacio que fue de ambos. No sorprende, así, que no desee enfrentarse a esa melodía que le invade sin filtros y le deporta desarmado a las horas que fueron su dicha, hoy estragada.
27 de agosto de 2013
Si aquel día en algún lugar cerca de Salinas
Redescubro a Janis Joplin gracias a Hans Ulrich Gumbrecht, un original teórico de la literatura nacido hace sesenta y cinco años en Alemania, estudiante en media Europa y después profesor en Norteamérica, que en su último libro traducido ha querido acercarse a los estados de ánimo —o Stimmungen— que transmiten ciertas creaciones del espíritu. Por ejemplo, algunas pinturas de Friedrich, los sonetos de Shakespeare o una novela de Diderot, y obviamente, esta canción grabada por Joplin pocos días antes de su muerte, en octubre de 1970.
28 de febrero de 2013
Las solidaridades misteriosas
Claire Methuen trabaja de traductora en Versalles. Domina más de quince idiomas. Cuando vuelve a Dinard, a la Bretaña francesa donde pasó su infancia, tiene cuarenta y siete años. En el mercado se encuentra con su antigua profesora de piano, la señora Ladon, que le ofrece quedarse en su casa unos días. Claire acepta, posterga el regreso, y no tarda en sentir la necesidad de reconocer todo lo que vivió en ese lugar. De recuperar todo lo que allí descubrió del mundo. Dedica largas horas a caminar por las calles, la escalinata, los senderos, a observar las fachadas, los jardines, los taludes, para recobrar las granjas, los recodos, los arroyos. Y todos los nombres. Hasta que, al cabo, en el fondo de su memoria un relámpago ilumina el accidente primigenio de su vida.
27 de enero de 2013
Metarrecuerdo
El 27 de enero es una fecha
señalada en mi calendario sentimental. Es, además, el día internacional en
memoria de las víctimas del holocausto, el aniversario de la liberación de
Auschwitz, oscuro y frío emblema de aquel ‘universo concentracionario’. Un mundo de
espanto al que perteneció también el campo en el que transcurre la historia que
deseo contar. La instalación se emplazó en la colina de Ettersberg, cerca
Weimar, y estuvo operativa hasta abril de 1945. Empezó a construirse diez años antes en
medio de un hayedo, que desapareció cuando se arrasó el terreno para levantar
barracones y alambradas. Pero el recuerdo de lo que una vez fue ese paisaje
ahora depuesto permaneció agazapado en el nombre que dieron al campo de
concentración: Buchenwald, o ‘bosque de hayas’.
24 de diciembre de 2012
Ingenuidad aprendida
El niño nace y mira el mundo. Tiene ante sí un universo de formas fantásticas, misteriosas y mágicas que poco a poco toman cuerpo y dejan huella. Los ojos del niño descubren cada día cosas nuevas. Él aprende, pero no deja de asombrarse, porque dichosamente su mirada todavía no distingue lo maravilloso de lo cotidiano.
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