24 de diciembre de 2014

La sorpresa


Ocurrió hace hoy cien años, en Ypres. La guerra estaba causando estragos entre los soldados, que yacían exhaustos y transidos de frío. El aullido del viento helado no presagiaba nada más que sangre y lodo. Sin embargo, al llegar la víspera de la Navidad las tropas alemanas empezaron a cantar villancicos y a encender velas en sus trincheras. Cuando entonaron ‘Noche de paz’, hubo un instante perplejo. Pero pronto sus enemigos, ingleses y franceses, abandonaron sus pertrechos y se sumaron al coro. Se encontraron todos en tierra de nadie, se abrazaron, tomaron fotografías e intercambiaron comida, bebida y cigarrillos. Incluso jugaron un partido de fútbol que no precisó de árbitro. 

Aquello fue una sorpresa, casi un milagro. Es cierto que al cabo la tregua cesó y esa guerra se convirtió en la más cruenta de las habidas hasta entonces. Pero esa noche de paz reveló que en el fondo de aquellos hombres latía una humanidad común que nada sabía de ejércitos ni de fronteras, de reyes ni de leyes, de dioses ni de patrias. 

Es curioso. A veces el calendario produce molestas cacofonías, cansadas rutinas o conmemoraciones vacías. Otras, sin embargo, la iridiscencia de las fechas nos descubre que la historia no se repite, sino que rima. Y así, en los solsticios telúricos podemos sentir el vínculo antiquísimo que nos une a la tierra. Y así también, abril podrá ser el mes más cruel, como escribió el poeta, pero mayo nos enseñará que allí donde parece que solo va a haber tierra baldía las semillas del tiempo volverán a germinar. Y nos volverán a sorprender. 

Ahora que los vientos de cambio se trenzan en redes de imaginación y de esperanza, debemos estar atentos al latido de los días. Pues si escuchamos su ritmo lograremos transformar la pesada carga de un pasado muerto en la carga eléctrica de un pasado vivo. Y con él, en un instante de fuego tal vez alcanzaremos a entrever otra sorpresa, una buena nueva, que nos alumbre el camino hacia el lugar donde se abrazan la memoria y el deseo. 

Tenemos que aprender a discernir ese sendero, porque la iluminación durará unos segundos, o aún menos. Será como un relámpago en la noche o la intermitencia de las luciérnagas. Solo si deshacemos la necesidad en contingencia, si desvelamos la ilusión de la realidad en que vivimos y apreciamos la verdad de las mentiras, si sabemos que para hacer algo posible hay que hacer a veces lo imposible, entonces, solo entonces, veremos fugazmente el resplandor de la sorpresa. 

El hoy puede ser malo pero el mañana será nuestro. 

Feliz 2015

De las ilustraciones: Mery Sales, Constelaciones y Llamarada, © 2007.