22 de diciembre de 2020

Cuando nos encontremos


Para orientarnos, necesitamos trazar fronteras en el tiempo: citas, fiestas, encuentros o acontecimientos. Pero este año se han disuelto: interior y exterior se han confundido, y la casa se ha convertido en oficina, bar, librería y gimnasio; ocio y negocio se han mezclado, y en la pantalla hemos tenido reuniones de trabajo, conversaciones en familia, sesiones de cine y he escrito estas líneas.

El tiempo se ha acelerado y espesado. Por eso el año ha pasado tan rápido, pero los días tan lentos. Pero este tiempo magmático ha carecido de forma y de fuerza para generar recuerdos y proyectos. El mundo se ha vuelto intangible y extraño: las redes enlazan, pero también enredan, y un velo de irrealidad se ha interpuesto entre nosotros. Y así llegan las Navidades.

Es posible que no nos veamos o que tengamos que brindar a través de la pantalla o el teléfono. Aprendamos entonces a mirarnos con los ojos de todas las fiestas pasadas, a vernos en los lugares donde nos juntamos, recobrar los sabores que compartimos y dejar que los recuerdos iluminen los futuros que latían en aquellos pasados. Por ahora, esa mirada es el mayor regalo que podemos hacernos.

Ese y, quizá, el compromiso de transformar la espera en promesa: tener citas, celebrar fiestas, preparar encuentros y convertirlos en acontecimientos; salir al exterior, dejar las pantallas, rasgar los velos y darnos un beso; descubrir sabores, compartir lugares, crear recuerdos y tejer proyectos. Todo se resume en un deseo: que volvamos a encontrarnos y nos regalemos tiempo.

Feliz 2021

De la ilustración: Geoffrey Johnson, Gold with Blue (detalle), © 2019.