13 de junio de 2012

La negra sombra del espacio: Piranesi 2

Si en las «antigüedades» observamos la preponderancia del tiempo, en las «cárceles imaginarias» cobra protagonismo el espacio. ¿Qué se encierra en ellas? Sorprende en esos grabados la diferencia que guardan con las prisiones de entonces, más aún con las que poco después describirá Bentham en el Panóptico. Porque los malhechores son lo más insignificante en esas composiciones, que en verdad albergan la ansiedad y las dudas de la modernidad y sus fantasmas, el miedo a la libertad en un espacio sin pretiles, el sublime horror delicioso que produce la infinitud.

Piranesi compone la primera versión de sus carceri en 1742, con sólo veintidós años, y las reelabora en 1761, seguramente con la intención de dotar de mayor veracidad a esas arquitecturas oníricas. Detengámonos en esas estancias. Escuchemos el fragor del silencio de la piedra. Acongoja. Un guijarro, pocos pasos u otras voces reverberarían allí como en una gigantesca caja de resonancia. El sonido se acabaría perdiendo en los recodos imposibles de esas paredes y escaleras. De hecho, aun en su quietud, todo en ellas parece destinado a provocar desorientación. Nada se mueve. El tiempo permanece detenido por un persistente claroscuro que desmiente el paso de las horas. Incluso la viveza agreste de la naturaleza desaparece detrás de la imponencia de unos muros en los que los siglos no hacen mella.

Esas prisiones del espacio son la imagen invertida de la grandeza antigua y barroca tal como se refleja en la cámara oscura del «negro cerebro» de Piranesi, que dijo Victor Hugo. Imágenes marcadas a fuego por el hierro ingrávido de la ensoñación: el tiempo suspendido, el espacio dislocado y sin confines, las partes ligadas por lazos improbables, el impacto del pavor mediado por una belleza irresistible. Pero ese sueño no es fruto de un delirio narcisista, de una imaginación desenfrenada. Alcanza esa región inconsciente en la que se esconde la angustia de toda condición humana. Forma parte de esa estirpe de visiones sombrías pero iluminadoras en la que también se encuentran las «pinturas negras» de Goya. Como el suyo, el rostro de Piranesi parece el de un testigo del futuro.

Incomprendidas por la mayoría de sus contemporáneos y largamente olvidadas, las ruinas y las cárceles contienen un mensaje para un tiempo sensible a la dialéctica de la Ilustración, pero también del Romanticismo. Nos descubren la pesadilla distópica grabada en el centro de la utopía neoclásica. Son el oscuro revés o la negra sombra del espacio y el tiempo modernos, atrapados en una vorágine de aceleración y demoliciones transformadoras. Hemos de tenerlas en cuenta si queremos imaginar un porvenir distinto de un presente fáustico y de un panóptico global.

Meditemos esto. Abolir el futuro de la ruina puede deparar en promover la ruina del futuro.


Vídeo realizado por Factum Arte para la exposición Las artes de Piranesi.

Para saber más, Marguerite Yourcenar: «El negro cerebro de Piranesi», en A beneficio de inventario, Madrid, Alfaguara, 1994.