La Navidad, dijo un teólogo, es la irrupción de la eternidad en el tiempo. No pertenece por tanto a un momento o una época, ni siquiera a la historia, sino que apunta al más allá de los límites y corsés del tiempo. Por eso, cuando llega, nos conmina a dejar de mirarnos con los ojos prestados de inviernos pasados, a impugnar las rutinas de óxido y las tradiciones cansadas, a levar anclas, izar velas, cambiar de rumbo, alzar la vista y perseguir con denuedo lo inesperado y lo desconocido.
31 de diciembre de 2017
Revolución
La Navidad, dijo un teólogo, es la irrupción de la eternidad en el tiempo. No pertenece por tanto a un momento o una época, ni siquiera a la historia, sino que apunta al más allá de los límites y corsés del tiempo. Por eso, cuando llega, nos conmina a dejar de mirarnos con los ojos prestados de inviernos pasados, a impugnar las rutinas de óxido y las tradiciones cansadas, a levar anclas, izar velas, cambiar de rumbo, alzar la vista y perseguir con denuedo lo inesperado y lo desconocido.
11 de noviembre de 2017
Una semana en Nueva York: segunda parte
Jorge Colombo, “Ear Inn”, © 2016. |
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