24 de diciembre de 2015

Poneos juntos


Los primeros días del recreo, jugando con la pelota y viajando al espacio en sueños. La bienvenida a los otros, el descubrimiento de lo sublime y de lo bello. Los saltos en la cancha de baloncesto. Los misterios del ajedrez, los meses de agosto y la piscina. Los primeros videojuegos en el barrio de Santa Eulalia. Las maravillas del románico, cuando se levantó la niebla. Las noches de san Juan. Los años rebeldes, la cabaña escondida y aquel concierto que casi me pierdo. El estudio hasta las tantas, la revista del instituto y el placer de la escritura. Ese amor pasajero y esa carta que se llevó el viento. 

29 de julio de 2015

La resistencia íntima

«La conciencia sin comunicación es imposible. En este sentido se puede decir que el diálogo precede al lenguaje y lo genera». He recordado esa máxima, del semiólogo Iuri Lotman, al leer esta otra, más reciente: «La primera palabra es el ruego, y la segunda el amparo». El grito, el llanto y el ruego son expresiones de los primeros momentos de la existencia. Para rogar no hace falta decir ni una palabra, basta con una mirada. Asimismo, el “no” primigenio no es el de la negación descriptiva, sino el del rechazo a la amenaza o la agresión. Tampoco es necesario decir nada para dar consuelo o cobijo. Puede hacerse también con los ojos. El seno materno es acogida antes de que el niño —el infans, el que no tiene voz— aprenda la lengua materna. Porque al “no” originario responde un “sí” anterior a la comunicación: el sí al otro y a lo otro, el sí de los brazos abiertos y la bienvenida.