De la fotografía: © Franck Bohbot. |
Desde marzo el tiempo se ha espesado, pero eso no se ha traducido en una mayor densidad de las experiencias y esperanzas porque la temporalidad ha perdido su forma; encerrados en casa, regresan las imágenes de viajes anteriores y adquieren ahora una tonalidad distinta, incluso aurática, y Nueva York es una ciudad que a menudo echo de menos: tres cosas que, sumadas, empiezan a explicar por qué me importó la desaparición de esos espacios y, por un momento, me pareció que volvía más remoto el recuerdo del tiempo que pasamos en ellos.
Es un gesto propiamente histórico, a juicio de Frank Ankersmit, reaccionar a los grandes cambios desviando el deseo imposible de seguir siendo como se era hacia el deseo alcanzable de conocer cómo se ha sido: un pasado irrecuperable para la vida retorna así por obra de la historia. En este pequeño caso, la imposibilidad de seguir volviendo a aquellos sitios me llevó a indagar un poco más qué fue de ellos.
Takashi. Fuente: Takashi Official. |
Pegu Club. Fuente: Goodlifereport.com. |
Todavía recuerdo bien aquella última noche. No ha pasado tanto tiempo, me dejó huella y, para fijarla, escribí sobre ella a la vuelta. Pero la pérdida de esos lugares que fueron mi gozo, a los que sin duda habría querido volver y cuyo recuerdo ya no puede alimentar ese deseo, simboliza para mí el extrañamiento del que hasta hace poco era nuestro mundo de la vida y ahora empieza a tener los rasgos de un mundo de ayer: un país extranjero donde las cosas se hacen de otra manera, como dijera L. P. Hartley, un pasado disociado, fuente de imágenes cautivadoras y recuerdos imprecisos, desvanecido como las viejas fotografías, expresión de una lejanía, acechado por la nostalgia, preparado para convertirse en mito.