11 de noviembre de 2017

Una semana en Nueva York: segunda parte

Jorge Colombo, “Ear Inn”, © 2016.
Atrás quedaban los primeros días del viaje. En la colección del MoMA redescubrimos “Les demoiselles d’Avignon”, la obra maestra de Picasso que dio comienzo al siglo veinte pictórico. Impresionante. Se nos escapó “La persistencia de la memoria”, prestada a la Fondation Louis Vuitton. Y me sorprendí atraído por una bandera: la estadounidense de Jasper Johns, que conviene inspeccionar para percibir su textura. Antes de salir, compré la reproducción de una portada del New Yorker, dibujada por Jorge Colombo en su iPhone, que ahora decora mi biblioteca.

9 de noviembre de 2017

Una semana en Nueva York: primera parte

Richard Estes, “Subway Entrance, Columbus Circle”, © 2015.

Para mí, Nueva York no es una ciudad en blanco y negro, sino con los colores cálidos, el acusado contraste y el ligero tostado de un septiembre estival. No son tonos que se dejen fijar siempre en las fotografías, pero impregnan el trasfondo de la retina. Y, aunque todavía late el recuerdo de George Gershwin o Duke Ellington, su cadencia me evocó sonidos como Dirty Boulevard de Lou Reed, Lonely Boy de los Black Keys, New York, New York de Ryan Adams o Hungry Heart de Bruce Springsteen. Nueva York se mueve a ritmo de rock y de blues, quizá incluso de hip-hop.

27 de enero de 2016

Después de la nada

Hoy es el día internacional en memoria de las víctimas del holocausto. Una fecha tempestiva para recordar cómo el arte se ha enfrentado al pasado después del “año cero” de la cultura europea. De todas las formas en que lo ha hecho, prestaré atención a la que se ha inspirado en una poética que Rancière llama (sur)realista, porque me parece una respuesta consecuente con el famoso aserto de Adorno sobre la oportunidad de la poesía después del exterminio. Y, precisamente por serlo, no concede trocar el lenguaje por el silencio. 

24 de diciembre de 2015

Poneos juntos


Los primeros días del recreo, jugando con la pelota y viajando al espacio en sueños. La bienvenida a los otros, el descubrimiento de lo sublime y de lo bello. Los saltos en la cancha de baloncesto. Los misterios del ajedrez, los meses de agosto y la piscina. Los primeros videojuegos en el barrio de Santa Eulalia. Las maravillas del románico, cuando se levantó la niebla. Las noches de san Juan. Los años rebeldes, la cabaña escondida y aquel concierto que casi me pierdo. El estudio hasta las tantas, la revista del instituto y el placer de la escritura. Ese amor pasajero y esa carta que se llevó el viento. 

29 de julio de 2015

La resistencia íntima

«La conciencia sin comunicación es imposible. En este sentido se puede decir que el diálogo precede al lenguaje y lo genera». He recordado esa máxima, del semiólogo Iuri Lotman, al leer esta otra, más reciente: «La primera palabra es el ruego, y la segunda el amparo». El grito, el llanto y el ruego son expresiones de los primeros momentos de la existencia. Para rogar no hace falta decir ni una palabra, basta con una mirada. Asimismo, el “no” primigenio no es el de la negación descriptiva, sino el del rechazo a la amenaza o la agresión. Tampoco es necesario decir nada para dar consuelo o cobijo. Puede hacerse también con los ojos. El seno materno es acogida antes de que el niño —el infans, el que no tiene voz— aprenda la lengua materna. Porque al “no” originario responde un “sí” anterior a la comunicación: el sí al otro y a lo otro, el sí de los brazos abiertos y la bienvenida. 

22 de junio de 2015

Presencia de Grecia

… ῾Ελλὰς ἅπασα μετέωρος ἦν
Tucídides

We are all Greeks
Percy Bysshe Shelley

De la fotografía: Acrópolis de Atenas, © Pedro Olalla.
Las noticias que nos llegan de Grecia estos días nos acercan al inquietante ‘fin de partida’ que describió Beckett. De esa metáfora de nuestro tiempo —en la que se refracta el tropo del ‘fin de la historia’ de Hegel— no se desprende el sentido del fin, sino más bien el fin del sentido. O quizá, la interminable repetición del momento antes del fin. Las páginas del espléndido libro de Pedro Olalla, Grecia en el aire, son un buen refugio para escapar de ese bucle irrespirable. “Toda Grecia estaba en el aire”, escribió Tucídides a propósito de la guerra del Peloponeso. Y hoy esa frase resuena con toda la vibración de su ambivalencia: Grecia está en vilo, viviendo con zozobra en el instante del peligro. “Pero Grecia, como herencia, como desafío y como voluntad, está sobre todo en el aire, repartida, ingrávida, como una patria del espíritu”.

20 de mayo de 2015

Elegía mediterránea

Refugiados albaneses en Brindisi, Italia, 1991. © Associated Press. 

No hace mucho tiempo, este mar nuestro fue descrito como el mar del olivo, como un mundo de corazón monocromo donde una luz exacta enciende las olas y las orillas. Frente al Atlántico, que de un polo al otro refleja los tonos de todas las temperaturas de la tierra, el Mediterráneo posee un clima sereno que asemeja los paisajes y acerca a sus gentes. Hoy, sin embargo, ese mar que ha alumbrado tantas y tantas civilizaciones es el espectador silencioso de un melancólico bucle de tragedias.

20 de abril de 2015

Génesis

A Félix de Azúa.
En el principio era la palabra. 

Solo que aquello no era el principio, y tampoco fue la última palabra. Gracias a la palabra se distinguieron los humanos de los demás animales. Tras milenios de existencia muda o queda, empezaron a dar nombre a las cosas y el mundo se animó. Los lugares, la fauna, la flora y aun los fenómenos de la naturaleza cobraron conciencia y sentimientos, y los humanos se esforzaron por comunicarse con ellos. Auscultaron así los deseos del roble del sendero, de la roca horadada, del río del valle y de la fuente del claro de bosque, también de las tormentas, los vientos, los mirtos, las bayas, los ciervos, los cuervos e incluso de las serpientes. 

24 de diciembre de 2014

La sorpresa


Ocurrió hace hoy cien años, en Ypres. La guerra estaba causando estragos entre los soldados, que yacían exhaustos y transidos de frío. El aullido del viento helado no presagiaba nada más que sangre y lodo. Sin embargo, al llegar la víspera de la Navidad las tropas alemanas empezaron a cantar villancicos y a encender velas en sus trincheras. Cuando entonaron ‘Noche de paz’, hubo un instante perplejo. Pero pronto sus enemigos, ingleses y franceses, abandonaron sus pertrechos y se sumaron al coro. Se encontraron todos en tierra de nadie, se abrazaron, tomaron fotografías e intercambiaron comida, bebida y cigarrillos. Incluso jugaron un partido de fútbol que no precisó de árbitro. 

30 de septiembre de 2014

Territorio interior

“A menudo, un sentimiento de inquietud me invade en las encrucijadas. Me parece que en esos momentos, que en ese lugar o casi: ahí, a dos pasos sobre el camino que no tomé y del que ya me alejo, sí, es ahí donde se abre un país de una esencia más alta, donde habría podido vivir y que ahora ya se ha perdido”.

Este es el relato del viaje iniciático de Yves Bonnefoy en busca de un espacio perdido, guiado indiciariamente por la trémula brújula de un sentimiento sin nombre. Una experiencia sublime que solo se deja prender a través de una prosa transmutada en poesía. En una lengua de fuego que infunda al lector el calor de esa experiencia.