24 de diciembre de 2015

Poneos juntos


Los primeros días del recreo, jugando con la pelota y viajando al espacio en sueños. La bienvenida a los otros, el descubrimiento de lo sublime y de lo bello. Los saltos en la cancha de baloncesto. Los misterios del ajedrez, los meses de agosto y la piscina. Los primeros videojuegos en el barrio de Santa Eulalia. Las maravillas del románico, cuando se levantó la niebla. Las noches de san Juan. Los años rebeldes, la cabaña escondida y aquel concierto que casi me pierdo. El estudio hasta las tantas, la revista del instituto y el placer de la escritura. Ese amor pasajero y esa carta que se llevó el viento. 

29 de julio de 2015

La resistencia íntima

«La conciencia sin comunicación es imposible. En este sentido se puede decir que el diálogo precede al lenguaje y lo genera». He recordado esa máxima, del semiólogo Iuri Lotman, al leer esta otra, más reciente: «La primera palabra es el ruego, y la segunda el amparo». El grito, el llanto y el ruego son expresiones de los primeros momentos de la existencia. Para rogar no hace falta decir ni una palabra, basta con una mirada. Asimismo, el “no” primigenio no es el de la negación descriptiva, sino el del rechazo a la amenaza o la agresión. Tampoco es necesario decir nada para dar consuelo o cobijo. Puede hacerse también con los ojos. El seno materno es acogida antes de que el niño —el infans, el que no tiene voz— aprenda la lengua materna. Porque al “no” originario responde un “sí” anterior a la comunicación: el sí al otro y a lo otro, el sí de los brazos abiertos y la bienvenida. 

22 de junio de 2015

Presencia de Grecia

… ῾Ελλὰς ἅπασα μετέωρος ἦν
Tucídides

We are all Greeks
Percy Bysshe Shelley

De la fotografía: Acrópolis de Atenas, © Pedro Olalla.
Las noticias que nos llegan de Grecia estos días nos acercan al inquietante ‘fin de partida’ que describió Beckett. De esa metáfora de nuestro tiempo —en la que se refracta el tropo del ‘fin de la historia’ de Hegel— no se desprende el sentido del fin, sino más bien el fin del sentido. O quizá, la interminable repetición del momento antes del fin. Las páginas del espléndido libro de Pedro Olalla, Grecia en el aire, son un buen refugio para escapar de ese bucle irrespirable. “Toda Grecia estaba en el aire”, escribió Tucídides a propósito de la guerra del Peloponeso. Y hoy esa frase resuena con toda la vibración de su ambivalencia: Grecia está en vilo, viviendo con zozobra en el instante del peligro. “Pero Grecia, como herencia, como desafío y como voluntad, está sobre todo en el aire, repartida, ingrávida, como una patria del espíritu”.

20 de mayo de 2015

Elegía mediterránea

Refugiados albaneses en Brindisi, Italia, 1991. © Associated Press. 

No hace mucho tiempo, este mar nuestro fue descrito como el mar del olivo, como un mundo de corazón monocromo donde una luz exacta enciende las olas y las orillas. Frente al Atlántico, que de un polo al otro refleja los tonos de todas las temperaturas de la tierra, el Mediterráneo posee un clima sereno que asemeja los paisajes y acerca a sus gentes. Hoy, sin embargo, ese mar que ha alumbrado tantas y tantas civilizaciones es el espectador silencioso de un melancólico bucle de tragedias.

20 de abril de 2015

Génesis

A Félix de Azúa.
En el principio era la palabra. 

Solo que aquello no era el principio, y tampoco fue la última palabra. Gracias a la palabra se distinguieron los humanos de los demás animales. Tras milenios de existencia muda o queda, empezaron a dar nombre a las cosas y el mundo se animó. Los lugares, la fauna, la flora y aun los fenómenos de la naturaleza cobraron conciencia y sentimientos, y los humanos se esforzaron por comunicarse con ellos. Auscultaron así los deseos del roble del sendero, de la roca horadada, del río del valle y de la fuente del claro de bosque, también de las tormentas, los vientos, los mirtos, las bayas, los ciervos, los cuervos e incluso de las serpientes. 

24 de diciembre de 2014

La sorpresa


Ocurrió hace hoy cien años, en Ypres. La guerra estaba causando estragos entre los soldados, que yacían exhaustos y transidos de frío. El aullido del viento helado no presagiaba nada más que sangre y lodo. Sin embargo, al llegar la víspera de la Navidad las tropas alemanas empezaron a cantar villancicos y a encender velas en sus trincheras. Cuando entonaron ‘Noche de paz’, hubo un instante perplejo. Pero pronto sus enemigos, ingleses y franceses, abandonaron sus pertrechos y se sumaron al coro. Se encontraron todos en tierra de nadie, se abrazaron, tomaron fotografías e intercambiaron comida, bebida y cigarrillos. Incluso jugaron un partido de fútbol que no precisó de árbitro. 

30 de septiembre de 2014

Territorio interior

“A menudo, un sentimiento de inquietud me invade en las encrucijadas. Me parece que en esos momentos, que en ese lugar o casi: ahí, a dos pasos sobre el camino que no tomé y del que ya me alejo, sí, es ahí donde se abre un país de una esencia más alta, donde habría podido vivir y que ahora ya se ha perdido”.

Este es el relato del viaje iniciático de Yves Bonnefoy en busca de un espacio perdido, guiado indiciariamente por la trémula brújula de un sentimiento sin nombre. Una experiencia sublime que solo se deja prender a través de una prosa transmutada en poesía. En una lengua de fuego que infunda al lector el calor de esa experiencia.

13 de marzo de 2014

Ante el horizonte

Gerhard Richter, Landschaft bei Hubbelrath, 1969.
En los años setenta, Reinhart Koselleck quiso tomar el pulso al tiempo histórico capturando la tensión entre ‘experiencias’ y ‘expectativas’. La experiencia, apuntó, es un pasado presente, que puede ser activado o recordado de forma intencionada o inconsciente, en tanto que la expectativa es un futuro presente, imaginado a través de la esperanza y el miedo, de la voluntad, el deseo, la curiosidad o la adivinación. Ambas son categorías recíprocas, pero no simétricas, porque el antes y el después nunca se sueldan ni comparten sustancia. La experiencia conforma un espacio, un conjunto que reúne en un mismo plano diversos estratos de tiempo, mientras que la expectativa dibuja un horizonte, un límite, una línea tras la cual un nuevo espacio de experiencia se vislumbra, pero aún no se puede contemplar.

24 de diciembre de 2013

Volver


Concebimos, algunas veces, el tiempo como una flecha, y decimos entonces que es como el rayo que no cesa, que es fugaz e incluso vuela. Que se pierde y no se recupera. Otras veces, en cambio, el tiempo nos parece más un bucle, pues percibimos que vuelven los instantes y las cosas, como el día tras la noche o la vigilia después del sueño, como las estaciones del año o las vacaciones, como los aniversarios o las celebraciones, o como estas fiestas.

19 de noviembre de 2013

Songs of Remembrance (Dear Marie)

En Origen, la película de Christopher Nolan, una canción se filtra por los estratos de un sueño como el agua por las anfractuosidades de una cueva. La voz de Édith Piaf en Non, je ne regrette rien es el cordón umbilical que une el espacio segmentado de lo onírico con el mundo de la vida. El gesto no carece de ironía, toda vez que la letra de esa música mensajera invita a reírse del pasado y a reducir a cenizas los recuerdos. A olvidar para volver a empezar cimentando el futuro sobre la zona cero de la amnesia. En Blade Runner, de Ridley Scott, Rachel tienta unas notas al piano sin saber si podrá tocar, pues ha descubierto que las lecciones que tomó son sólo un recuerdo implantado. Sin embargo, al cabo eso importa poco, porque al tocar ella enciende una imagen del pasado y la hace suya, y al deslizarse por las teclas sus dedos incorporan un saber que se había vuelto extraño, unheimlich. Entonces surgen del piano las notas nocturnas que transforman el silencio del pasado en el sonido del tiempo recobrado. Y en Casablanca, la obra maestra de Michael Curtiz, Rick tiene prohibido a Sam que vuelva a tocar As time goes by, la canción que compartió en París con Ilsa años atrás, porque siente que el tiempo ha dejado de pasar al compás en que antes lo hacía, y algo de sí mismo permanece encallado en el espacio que fue de ambos. No sorprende, así, que no desee enfrentarse a esa melodía que le invade sin filtros y le deporta desarmado a las horas que fueron su dicha, hoy estragada.